Antes de conocerlo en persona ya lo conocía de vista, algo que era relativamente común para quienes solíamos pasear por Trapería y Platería a finales de los setenta: Su gran altura y una buena pelambrera negra, no solían pasar inadvertidas. Después, toda una vida de amistad, de cercanía, de familiaridad. Es -como todo el mundo sabe- mi amigo Eloy Sánchez Rosillo, una persona buena y noble pero, sobre todo, un ser cabal y tremendamente lúcido, a pesar de su terquedad.